La Terapia Breve Estratégica ha representado una especie de revolución copernicana en el campo de la psicoterapia, orientando la intervención terapéutica hacia la eficiente y rápida solución de los problemas presentados por los pacientes, demostrando que, aunque los problemas humanos puedan ser extremadamente persistentes, complicados y dolorosos, no requieren necesariamente soluciones complicadas y prolongadas en el tiempo. En efecto, los resultados obtenidos con intervenciones estratégicas bien estructuradas aplicadas a miles de casos en el curso de más de 20 años, en el CTS de Arezzo y en sus sedes alrededor del mundo (87% de casos resueltos; duración media del tratamiento de 7 sesiones) demuestran que es posible resolver rápida y eficazmente la mayor parte de las patologías psicológicas.
La Terapia Breve Estratégica es un enfoque original sobre la formación y solución de los problemas humanos, con fundamentos teóricos específicos y una aplicación práctica en constante evolución, basada en la investigación empírica. Se trata de una intervención terapéutica breve (entendiendo por breve menos de 20 sesiones) que se ocupa, por una parte, en eliminar los síntomas o el comportamiento disfuncional por el cual la persona ha acudido a terapia; y por otra parte, en producir un cambio de las modalidades a través de las cuales la persona construye su propia realidad personal e interpersonal. Por consecuencia, la Terapia Breve Estratégica representa una intervención radical y duradera, y no una terapia superficial y meramente sintomática. A diferencia de las teorías psicológicas y psiquiátricas tradicionales, un terapeuta estratégico no utiliza ninguna teoría sobre la «naturaleza humana», ni definiciones relativas a la «normalidad» o «patología» psíquica.
Este enfoque se interesa principalmente por la «funcionalidad» o «disfuncionalidad» del comportamiento de las personas y de su modo de relacionarse con su propia realidad. Cuando nos encontramos frente a una dificultad – sea personal, relacional o profesional – la primera cosa que intentamos hacer para resolverla, es utilizar una estrategia que nos parece productiva, tal vez porque ha funcionado en el pasado para una situación similar. Si la estrategia elegida funciona, la dificultad se resuelve en tiempo breve, pero a veces sucede que nuestra estrategia no funciona como esperaríamos y esto nos lleva a intensificar nuestros esfuerzos en esa misma dirección, debido a que la solución pensada nos parece la más lógica, obvia o la única posible. Sin embargo, cuanto más aplicamos esta estrategia, menos resolvemos y más se complica la dificultad inicial, al grado que parece irresoluble y termina transformándose en un verdadero problema estructurado. En estos casos, son los mismos esfuerzos que la persona ejerce para tratar de cambiar, los que mantienen la situación inmutable, es decir, las «soluciones intentadas» probadas por el sujeto y por las personas de su entorno para intentar resolver el problema, terminan por alimentarlo y provocar así su persistencia.
Estos intentos de solución son reconocidos a menudo por la propia persona como no funcionales, pero a pesar de ello, como no consigue hacer algo distinto, desarrolla una arraigada desconfianza en la posibilidad de un cambio en su situación problemática. Desde un punto de vista estratégico, por tanto, para cambiar una situación problemática no es necesario revelar sus causas (aspecto sobre el cual, por otro lado, no tendríamos ninguna posibilidad de intervención), pero sí se trata de trabajar sobre cómo esto se mantiene en el presente, gracias a la repetición de la «solución intentada» adoptada. Por este motivo, el terapeuta estratégico se enfoca, desde el inicio de la terapia, sobre la ruptura de este círculo vicioso que se ha establecido entre las soluciones intentadas y la persistencia del problema, trabajando sobre el presente más que sobre el pasado, sobre «cómo» funciona el problema más que sobre el «por qué» existe, y sobre la búsqueda de las soluciones más que de las «causas».